Nosotros, los voluntarios de Atresmedia, acompañamos a un grupo de ucranianos al museo arqueológico de Cartagena. Era un acompañamiento. El trabajo real lo hacían el guía y la traductora. Lo más complicado que hicimos fue tratar de explicar a los niños cómo funcionaba el yoyó que el museo le regaló a cada uno de ellos. Sin mucho éxito, hay que admitirlo. Y pese al fracaso como monitores, como instructores de yoyó, antes de marcharse, varios de los niños y de los padres acudieron a nosotros para decir una de las pocas palabras que conocen en castellano: gracias.

Gracias. Era un gracias que trascendía a la educación, a la formalidad, a la corrección. Era un gracias cargado de intención. El gracias de alguien que sabe que estás tratando de hacerles más llevadera, más fácil, más entretenida su vida en España, que estás tratando de que se sientan cómodos, en compañía.

Y sucedió también al día siguiente de nuestro voluntariado, en Cartagena. El miércoles nuestros caminos se separaban. José María fue a una visita al museo naval con inmigrantes del Magreb y del África subsahariana. Después de ejercer de guía, después de explicarles sobre los orígenes del submarino o de la bandera de España, después de darles la murga con datos y detalles, antes de irse, nuevamente, la palabra: gracias.

Por mi parte, yo me fui con Vicky, una mujer encantadora, de este tipo de personas que aportan calma y que siempre tienen una buena cara para los demás. Ella formaba parte del equipo de PAHI (Programa de Atención Humanitaria a Inmigrantes). Se trata de un servicio que ayuda a aquellas personas que han llevado un flujo migratorio hasta España o que están de paso hacia otro país europeo pero que hacen su primera parada en suelo europeo en nuestro país. Aunque a veces no seamos conscientes de lo que supone, estas personas han llevado a cabo un duro viaje en el que entregan todos sus bienes materiales y en el que se juegan su vida sin saber exactamente lo que van a encontrar y si va a ser mejor que lo que tienes. Y lo hacen con el único objetivo de prosperar y conseguir una calidad de vida que en sus países de origen no encuentran.

Clase de español
Clase de español | Atresmedia

Vicky me llevó a dar clases de castellano. En un principio yo estaba muy nervioso puesto que no sabía a qué personas me iba a encontrar y qué tenía que hacer. Una vez entré los nervios se disiparon. Allí me esperaba Sissé, un chico de Guinea-Conakri que con tan solo 22 años había decidido aventurarse en un viaje lleno de incertidumbres. Lo que más me sorprendió de él fue, sin duda, la alegría que desprendía. En ningún momento llegué a verle la boca porque estábamos con mascarillas, pero su mirada me transmitió una alegría propia de un chiquillo que ha recibido el regalo de sus sueños. Y mira que tenía motivos para lo contrario. En su travesía hasta España, Sissé había sufrido una necrosis en los pies que le había dificultado andar y por la que estuvo varios meses en el hospital en Canarias, a todo ello se le suma el haber abandonado a su familia, un viaje largo y duro y una estancia en Argelia que podría ser digna de una película de terror. Pero ahí estaba él con una sonrisa en los ojos que, os lo digo de verdad, iluminaba la sala.

El voluntarios Guillermo en la clase de español, junto a Vicky y Sissé
El voluntarios Guillermo en la clase de español, junto a Vicky y Sissé | Atresmedia

Decidimos hacer una clase más divertida y dinámica ya que solo contábamos con Sissé como alumno. El otro chico que acudía a esa sesión tenía que trabajar y no podía ir. La clase consistió en una conversación. Entre los dos fuimos preguntándonos cosas sobre la vida del otro (siempre con respeto puesto que han vivido una experiencia muy traumática y pueden alterarse según qué preguntas), las cosas que nos gustan y sobre tradiciones de nuestras tierras. Con deciros que hasta le baile un chotis… Él me contó lo mucho que le estaba gustando España, que se quería quedar a vivir aquí y que quería aprender español YA para poder empezar a avanzar y estudiar con el objetivo de buscar un trabajo.

Fue una charla muy reconfortante que seguramente me sirvió más a mí que a él. A veces nos atascamos en problemas superficiales sin darnos cuenta de todo lo que tenemos… No sé si me leerás Sissé, pero gracias por ese rato que pasamos juntos y ojalá consigas tener en España la vida que te mereces. Un abrazo muy fuerte.

Tras esta aventura, José María y yo nos volvimos a encontrar. El tío ya estaba totalmente integrado en Accem Cartagena. Parecía uno más.

El equipo de allí está formado muy superiormente por mujeres de todas las edades, lo cual nos hizo reflexionar sobre el papel tan importante que tienen todavía ellas en el ámbito de los cuidados. Estuvimos allí un buen rato hablando sobre la entidad y las distintas funciones que realizaban cada una de ellas. Con motivo de la guerra entre Ucrania y Rusia, el equipo se ha visto ampliado y ha habido reorganizaciones. De hecho, María, la chica que se encarga de nosotros en el voluntariado en Cartagena ha cambiado su residencia de trabajo de Cartagena a San Pedro del Pinatar para gestionar un dispositivo formado únicamente por familias ucranianas. Una de las cosas que destacan de toda esta situación es que ha sido todo un reto para la entidad. En primer lugar, porque nunca habían trabajado con este tipo de perfiles y en cantidades tan grandes y, por otro lado, porque esto ha desbloqueado una serie de instrumentos y ayudas que nunca antes se habían utilizado y que confían sirvan también para el futuro.

Los Voluntarios Atresmedia y los usuarios de Accem jugando un partido de fútbol
Los Voluntarios Atresmedia y los usuarios de Accem jugando un partido de fútbol | Atresmedia

Una vez terminada la intensa mañana, la tarde fue algo más relajada aunque tampoco mucho. María, nuestra líder suprema y compañera de fatigas, nos encargó que, junto a su compañera Kenya, fuéramos a revisar los sitios para la gymkana del día siguiente. Todo tenía que salir perfecto. La idea era que los niños ucranianos a los que iba dirigida la actividad recorrieran parte del centro de Cartagena en busca de las distintas pruebas poniendo a prueba su orientación y fomentando la cooperación (todo esto acompañados de adultos, por supuesto). Tras dejar bien atadas todas las ubicaciones nos despedimos con los nervios en el cuerpo para que al día siguiente todo saliera bien.

Preparando la gymkana en la oficina de Accem
Preparando la gymkana en la oficina de Accem | Atresmedia