Gracias a este comedor social madrileño, más de 700 personas cada día pueden comer dignamente, ya sea en las propias instalaciones o en su casa, llevándose una bolsa preparada con alimentos para una familia. Para poder llevar a cabo esta tarea, la entidad necesita de la ayuda de voluntaria y por eso el Grupo Atresmedia, a través de sus empleados y familiares, lleva apoyando cinco años esta causa.

Mónica, que trabaja en contratación artística y fue voluntaria de Atresmedia el pasado sábado 24 de noviembre, acudió a ayudar en el Comedor acompañada de su hija de 12 años: “Es más valioso lo que nos aporta a nosotros esta experiencia que la ayuda que podemos ofrecer, y no tiene precio el poder enseñar esto a tu hijo. Creo que esas cuatro horas que pasamos en el comedor es de las mejores lecciones de vida que puede recibir”.

Esta voluntaria apunta que, tras haber participado previamente en voluntariados de cooperación internacional, ha aprendido que “cuando más, y sobre todo mejor, ayuda puedes dar, es cuando vives las realidades en primera persona”. Por eso explica: “Afortunadamente mi hija tiene cubiertas sus necesidades, y la mejor forma de que entienda su suerte y conozca que no todo el mundo vive igual, es situándola en estos sitios. Y que comprenda que con solidaridad se puede hacer un mundo mejor y que existen miles de formas de ser solidario; todo el que ayuda, es importante en la cadena”.

  • La importancia de vivirlo de cerca

Mónica, su hija y el resto de Voluntarios Atresmedia que ayudaron en el primer turno, prepararon toda la comida para aquel día. Cortaron tomates, prepararon raciones de embutido y lavaron incontables cubiertos. Fueron parte de la solución al problema del hambre en aquel barrio. En este sentido, Mónica asegura que “los niños fundamentalmente tienen contacto con los problemas externos a través de los medios de comunicación, pero es tan sólo un segundo. Por eso, el verdadero impacto tiene lugar cuando lo viven de cerca”.

Otro Voluntario Atresmedia, Juan José, que trabaja en el departamento financiero del Grupo, acudió también el pasado sábado junto a sus dos hijas adolescentes porque considera muy importante “saber valorar nuestra posición privilegiada”. “Vivimos en un entorno social envidiable desde todos los puntos de vista; familiar, social, económico, laboral, docente, etc. y tenemos que hacer ver a nuestros hijos que existen otras realidades. Ellos lo pueden ver en la TV, pero deben ‘palpar’ lo cerca que tenemos situaciones duras vividas a diario por muchas personas (solas) y familias menos favorecidas”, explica.

Juan José y su familia, junto a otros voluntarios, ayudaron en el segundo turno, ocupándose de servir directamente la comida a todos los usuarios del comedor que se acercaron aquel día, así como a entregar las bolsas de comida preparada para las familias que suelen acudir. “Afortunadamente he podido ir con mis dos hijas –cuenta Juan José- y después de la experiencia las dos han expresado su voluntad de repetir. Además, cuando comentan la experiencia con su entorno, muchos de sus amigos quieren unirse también”.

Los voluntarios bromeaban aquella mañana con que Alberto Chicote, chef y presentador del Grupo Atresmedia, podría examinar esa cocina sin problemas, porque “las monjas que regentan este Comedor Social y que se levantan todos los días para cocinar para cientos de personas, cuidan al detalle tanto los alimentos como las instalaciones. Ellas son las verdaderas heroínas”.

  • Los beneficios del voluntariado

En el voluntariado, el que lo prueba repite. Juan José explica que “es una terapia estupenda para la sociedad enferma que vivimos” porque sirve para todos: “religiosos, ateos, ricos, pobres, de todas las razas, jóvenes, mayores… para todos”.

En sus palabras, es una experiencia que “te impregna de humanidad; te lleva a un entorno muy cercano que siempre vemos como lejano; puedes ver que con muy poco esfuerzo individual se consigue mucho para la comunidad; pones en valor la impresionante y silenciosa tarea de las monjas y otros voluntarios que ayudan a diario; las personas que asisten al comedor se sienten atendidas; y se rompen barreras raciales, sociales, religiosas, etc”.

Cada familia de voluntarios volvió a casa el sábado con el cansancio propio del trabajo bien hecho y dedicado a los demás. Regalaron una mañana de su fin de semana para colaborar con esta causa, pero el impacto de su aportación no quedó ahí. Como concluye Mónica: “El trayecto de vuelta a casa estuvo repleto de preguntas…”.